jueves, 24 de junio de 2010

Cuatro años después

El remate de Cambiasso encontró las oportunas manos del arquero Lehman. Ese era el último suspiro del equipo argentino en el mundial del 2006. El golero alemán observó por enésima vez el machete que explicitaba a dónde patearían los jugadores albicelestes. Levantó los brazos al cielo y decretó nuestro final en la competencia.

Un mismo pensamiento invadió nuestras mentes. “Habrá que esperar otros cuatro años”, nos dijimos para nuestros adentros, con mezcla de bronca y resignación. Pero el tiempo pasó, tan rápido como un abrir y cerrar de ojos. ¿Quién iba a imaginarse, tras ese penal errado, que Maradona sería el técnico del actual seleccionado? El mejor jugador de toda la historia, se convirtió en el dueño de uno de los cargos más trascendentes de nuestra sociedad y casi sin experiencia previa. Hecho impensado tras la renuncia de José Pekerman apenas terminada la cita germana y el desembarco del por entonces exitoso Coco Basile, en Boca Juniors.

Muy pocos supondrían que, aquel Lionel Messi malhumorado con Pekerman tras la decisión del técnico en relegar su ingreso por el de Julio Cruz en ese crucial encuentro, sería hoy considerado por la comunidad futbolística internacional, como el mejor jugador de la actualidad. Golpeando una botellita contra el césped del Olympia Stadion de Berlín, mostraba su desinterés hacia la ronda de penales que para sus compañeros marcaba señalaba el camino a la derrota. Ese mismo joven es, hoy en día, el señalado para guiar al seleccionado a la victoria, en Sudáfrica.

Messi toma la posta de un Juan Román Riquelme que, siempre intentando destacarse por sobre el resto, no quiso ser menos que Fernando Redondo y renunció dos veces a la selección en este lapso. Su madre y sus códigos, fueron los motivos que lo alejaron cada vez más de quienes lo rechazan y lo acercaron a sus admiradores.

Paradojas de la vida, hacen que en Sudáfrica la selección vuelva a debutar contra un equipo africano, por tercera vez consecutiva. Nigeria en el 2002, Costa de Marfil en el 2006 y nuevamente las “Aguilas Verdes” en esta nueva competencia. Para deleite de los optimistas, nada mejor que arrancar la cita contra una de las cenicientas. Aunque no faltará el cabulero que prefiera caer derrotado, como frente a Camerún en el ´90. Claro, luego se llegó a la final.
Cuatro años pasaron. El futuro llegó. El próximo sábado se pone en marcha el nuevo sueño argentino. A favor o en contra de este proceso, debemos desearles muy buena suerte. A fin de cuentas, el éxito en esta copa va a darnos felicidad a todos.

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